Hoy es un día frío. Amaneció lloviendo y parece que anochecerá lloviendo.
Pensamos con facilidad que las emociones se irán, y que hay una forma de obtener la felicidad completa. Pensamos que a través de cosas, experiencias, conocimientos, cambios o sueños, las emociones se irán y quedará la felicidad, la paz. Una vida sin problemas.
Las emociones son ese campo lunar que también nos orbita. Buscamos la sabiduría solar, el aprendizaje, el crecimiento, la amplitud. Mientras vamos a por ello, las emociones no dejan de orbitarnos.
Por eso, se hace importante reclamar por una educación sobre lo emocional. No se trata de comprar de nuevo la idea de lograr dominarlas. ¿Alguien acaso ha querido dominar el recorrido de la Luna alrededor del la Tierra? ¿Cambiar su dirección, su cercanía o incluso evitar que aparezca en el horizonte?. Recién despiertas estamos en la tarea de apenas divisar esa luna, trazar su recorrido, hacer cálculos para comprender su velocidad. Conocer sus efectos, cómo varían las mareas, cómo altera el crecimiento o decrecimiento de lo vivo. En especial, habituarnos a su presencia.
Las emociones se dice que son 6 básicas, o 5 o 7. Varían las teorías. Yo prefiero trabajar con un espectro. Tan amplio como el espectro de la luz. Desde el infrarrojo hasta el ultravioleta. Con muchos tonos invisibles y otros pocos visibles. Un listado de las emociones que, podemos sentir, puede nunca acabarse. Junto a la alegría está la euforia, el ánimo, la expectativa, la ilusión, la fé, el nuevo comienzo, la conmoción, el asombro, la risa, la sonrisa, la carcajada. Solo junto a la alegría. Y junto a ellas otro factal de nuevas palabras.
¿Cómo podríamos resumir nuestra experiencia en contables emociones?
Los movimientos humanos son diversos y múltiples. Claro, hay colores detectables. Sin embargo, los estados innombrables son la regla frente a las palabras que hemos logrado inventar.
¿Qué tal si lo intentamos con un grafismo?. Con una raya puedo definir y marcar algo que señale una emoción innombrable. Tu raya será distinta, y la raya de mañana también lo será. La raya contiene el pulso de nuestro cuerpo, la fuerza, la contundencia, el ánimo, la voluntad, el juicio, el deseo, el deber ser, la cultura, el material, el movimiento, el pasado y el futuro.
La mancha descarga energía y la recogen nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro tacto.
En ese reencuentro de lo dicho con la mano, pero ahora visto o escuchado, se crea una distancia. Es una distancia de tiempo y de espacio, que nos desdobla para dialogar con lo que nos es propio.
¿Acaso no es digno de ser estudiado, de ser enaltecido este fenómeno?
Con la distancia aparece el nombre, la descripción y a veces la localización en el cuerpo.
"Esa raya la siento en mi garganta", esa mancha la siento en mi estómago, esa línea es el frío de mis pies. Con ello un segundo desdoblamiento. Mente y cuerpo se tocan en la sensación percibida.
Y la sensación percibida es el rastro de la emoción.
Con ello, entiendo que la emoción no soy yo, algo de mí identifica algo de la emoción: la nombro, la expreso, se la cuento a otros. Entonces la emoción emergió, y la emoción transcurre. Se hace legible su mensaje. Por lo general nos revela información sobre nosotras mismas. Toda información que podemos constantemente entender como "esta es mi propia forma de reaccionar a lo vivido". No porque la escoja, ni la controle, sólo surge.
Entonces hace presencia una naturaleza que precede la voluntad. La voluntad, de hecho, queda resumida a percibir y evaluar si hacerse o no cargo.
Por tanto, estamos aquí, sabiendonos personas sintientes, reaccionarias lunares, hilando un telar de sentido que abarque la mayoría de las direcciones.
Cultivando formas de crear ese espacio en el que la emoción sea perceptible y por lo tanto nos permita un espacio vacío para verla. Como el espacio entre la tierra y la luna.
Luego de vista la luna puedo asumir qué hacer con ella. Disfrutarla si está llena, recogerme si está nueva, decirla si marca un límite, entregarla si es creadora.
Luego de reconocer nuestras emociones podemos preguntarnos qué hacer con ellas. No siempre se trata de darles sonido, a veces se trata de dejarlas pasar. Otras de decírselo a alguien, otras de buscar o movernos, otras de parar y aquietarnos.
No te puedo decir la fórmula de tus propios sentimientos. Pero sí puedo compartir contigo las formas que he aprendido para divisar la luna en el horizonte y luego tú seguro que sabrás qué hacer con ella.
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